Como era natural nos escondieron
aunque disfrutábamos de una posición ideal para ver sin ser vistos.
Oímos a alguien que daba la
bienvenida y nos asomamos un poco para ver qué pasaba. Había mucha gente y todo
estaba en una penumbra que se iluminaba por momentos en espacios determinados y
donde transcurría lo que una voz, alumbrada por un candil, iba narrando a la
sombra de un respetuoso silencio.
Un
rayo de luz pintó de dulzura el rostro de María y de nuevo el silencio
dejó pasar canciones de ángeles alabando su nombre, ensalzando su vida y la
vida del que llevará dentro. Excelsa Ave
María para excelsa Madre del Salvador.
Isabel, jubilosa, recibe a María en
su casa por un tiempo, luego vuelve a su casa y cuenta a José lo sucedido.
El arcángel hablando en sueños
con él para que gane la guerra que mantiene
con sus tribulaciones ante la venida del que va a nacer y que
llamará Jesús y la peregrinación de posada en posada para acabar en un establo
en brazos de un silencio que unos pastorcillos quiebran cantando villancicos y
llevando presentes al niño que ha nacido, guiados por el ángel que les ha
llevado la buena nueva.
¡Ha nacido un Rey! Era la noticia en
todo Jerusalén. Desde muy lejos desde donde
los ojos no llegan a ver, tres reyes se pusieron en camino siguiendo una
estrella que les guiaba bajo el silencio de la noche y la ardiente soledad del
desierto. Con pajes que llevaban regalos llegaron a un castillo digno de un
gran rey y preguntaron por el rey de los judíos recién nacido. No era merecedor
de ser rey el Herodes que les recibió
aunque tuviera un castillo tan grande.
Continuaron con su camino y la estrella del
silencio de la noche del desierto se posó encima del establo donde yacía el Rey en un pesebre de
colchón de pajas y los pajes le entregaron sus regalos y los reyes le
ofrecieron sus presentes. Oro. Incienso. Mirra.
Se acercaron al portal todos los intervinientes
en la representación y un coro llenó de panxoliñas toda la sala mientras
disimuladamente los Reyes Magos nos cogieron en sus manos. Las fotos, los
agradecimientos a todos los colaboradores y público que acudió y…
…Melchor el más inquieto ya no podía
más y cogió un puñado y nos lanzó hacia
niños expectantes y
nerviosos llenos de ilusión, papás y mamás y abuelos
y abuelas no dejaron pasar la oportunidad de hacerse con alguno de nosotros.
Gaspar nos repartió entre los pastorcillos y demás protagonistas del cuento.
Baltasar, como siempre, el preferido; y se cumplía en él el dicho aquel del
caramelo a la puerta de un colegio, desaparecíamos de sus manos como por arte
de magia. La inocencia y la ilusión de rostros infantiles y no tanto,
reflejaban alegría, satisfacción. Y nosotros con nuestras ropas por el suelo
endulzando un poco más estas fiestas.
Y esta es la historia, amigos. De
todas formas os tengo que decir algo. Hay muy poquitas cosas más preciosas que
la cara de un niño contento y feliz y
unos papás viéndolos así. Por eso no
pude reprimir una lágrima de caramelo emocionado cuando lo vi.
Si os apetece, pincha aquí , y verás un pase de fotos.
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