El otro día estuvimos de cena
de Navidad, la que todos los años hacemos por estas fechas y como en todas algo nuevo aparece siempre. Como sería injusto no hablar del menú le voy a dedicar unas letras: muy bueno, todo
muy bien y muy rico (salvado el compromiso. Así quedo bien con la buena gente
que dedicó todo el día a cocinar).
Los comensales |
La poción mágica |
No sé si con sentimiento de culpa o si por mostrarnos los buenos
productos que allende la margen
izquierda del Miño poseen, nos invitó a una pócima de color negro como el café del cual sí
probamos casi todos y unánimemente confluimos en que estaba rico, rico.
Poción y pócima |
Y cual poción mágica de la “aldea poblada por irreductibles galos que resisten todavía y siempre al invasor” hace milagros entre sus moradores cuando la toman; parecido efecto causaron el misterioso condimento y la oscura pócima entre los comensales asistentes. Y cantigas y romanzas empezaron a fluir de las gargantas que antes recorrieron.
Y todo a las tantas de la noche,
cuando la mágica poción viola su silencio.
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