lunes, 3 de diciembre de 2012

AMIGO

Añadir leyenda



   Podía contar un montón de historias y  de anécdotas desde que comenzó mi relación con el Baile Regional Galego: desde aquel día que mi hija llegó a casa con el listado de las actividades extraescolares del colegio diciendo “yo quiero ir a baile”. Cuando los hijos no tienen mucho más allá de cinco o seis años sus deseos son órdenes y en ningún momento puse en duda su asistencia a la actividad. Acabaron yendo ella y su hermano.

   El monitor era un chaval que no llegaba a los treinta y que alguna vez dijo que  tenía un grupo de baile, siempre con una cartera de ordenador portátil colgada del hombro o en bandolera y muchas veces con una sudadera o camiseta amarilla. Algo tenía  o hacía, mis hijos salían contentos  de la actividad de baile.

Con el tiempo pasamos a formar parte de ese grupo de baile y mi relación con él sufrió un cambio: era el director de Queixumes  dos Pinos. Ya  no lo veía como el monitor de la actividad de baile. Estaba ocupado, siempre ocupado: atendiendo a padres,  recibiendo a gente, reuniones en su despacho, llamadas  telefónicas, ensayos, clases…. Era una persona comprometida con lo que hacía y de qué manera.

   No sé si contaré alguna más, pero tengo en mi memoria una imagen que la entendí años más tarde: una tarde de invierno, entre dos luces, todavía era pronto para el ensayo, yo llegué al local, parecía que no había nadie pero  una música se oía proveniente de la sala de baile de ensayos, entré para  ver qué era. La última luz de la tarde de invierno se hacía hueco en la oscura sala que estaba en penumbra, casi en el centro estaba el director sentado en una silla y tocando una gaita eléctrica, de verdad que me impresionó. Con el transcurso del tiempo comprendí y llegué a entender aquel instante: el monitor, el director, estaba estudiando algo nuevo  para sus espectáculos. Es una constante en su vida. Tiene que experimentar, buscar cosas nuevas, inventar,  en definitiva redescubrir  todo.
  
Sin darme cuenta fui implicándome cada vez más con Queixumes a la vez que mi relación con el director fue evolucionando, lo que me permitió conocer a la persona. Incansable aunque lleve más tiempo que nadie sin dormir; luchador, en pocas ocasiones se da por vencido; trabajador, emprendedor, siempre  tiene algún proyecto, alguna una nueva idea, algo original  en la cabeza; a veces le pierde su ingenuidad y su franqueza.

   De otra forma no podía acabar  esto: un día me pidió que "le echara una mano" y así comenzaron horas de preocupación compartida y horas de satisfacción por lo que se había conseguido. Esperas interminables de compromisos prometidos, y rabia contenida por la sensación de abandono que nos invadía la dejadez de unos y la desidia de todos. Tiempos  de búsqueda para no encontrar nada, pero qué satisfacciones cuando se hallaba, proyectos,  instancias,  peticiones,  solicitudes... noches hasta las tantas para vencer a un internet que no nos reconocía, alegrías, alguna pérdida de las que no se olvidan ni las lágrimas borran. Me he emocionado,  he reído con él, discutido y en una ocasión hasta lloré de rabia por un fatal error en un espectáculo.  Solo quien tenga amigos sabe de lo que estoy escribiendo.  Y eso  es lo que es ahora aquel monitor de camiseta amarilla: mi amigo.
Enhorabuena, José Antonio. Enhorabuena Amigo. 


Por cierto si pierdo mi móvil sabrán que es el mío porque sigo manteniendo en la agenda  su teléfono como Profe de baile. 




1 comentario:

  1. Bravo por la amistad, bravo por el momento compartido con amigos....

    ResponderEliminar

Puedes dejar un comentario.