Son las nueve de la tarde de una noche cualquiera y una lluvia de versos distintos empapando el aire y modelando un río de metáforas, imágenes, silencios.
La palabra dicha en simbiosis perfecta con sonidos arrancados a una guitarra.
El verbo fluye entre hipérboles y epítetos esculpiendo aplausos de los presentes, proyectando emociones en lágrimas escondidas.
Labrando jardines de recuerdos olvidados, casí perdidos. Despertando sueños alcanzados y anhelos conseguidos.
La realidad confundida se detiene por la mágica magia de una tos inesperada y acomoda a reflexionar sobre lo oído.
Y la prosa trabajando anáforas para ser verso y el verso, de la estrofa rebelándose para ser prosa.
Música y verso y prosa y sinalefas y rimas en asonante y en consonante y sensaciones íntimas e inquietas henchidas de la paz de la libertad de los pensamientos.
Guitarra y palabra cogidas de la mano como si fueran amantes rezumando vida vivida.
Rayos de lucha y esperanza conformando la catedral más grande en el firmamento infinito de las infinitas estrellas de una noche cualquiera... a las nueve de la tarde.
Maturidade... solo así lo entenderás.
Gracias Celsa, gracias Eliaz.
P.D. Pido comprensión a Queixummes dos Pinos por no referirme a ellos en esta entrada, pero tenía una deuda con mi conciencia y admiracion hacia Celsa Barja a la que conocí personalmente el día del recital.