sábado, 17 de diciembre de 2011

GIGANTES




Capítulo VIII

Del   buen  suceso  que  el   valeroso  don  Sancho   tuvo  en  la  espantable  y  jamás
imaginada aventura de los bailarines y musicos de  Queixumes dos Pinos,  con otros sucesos dignos de feliz recuerdo



   En esto, descubrieron treinta o cuarenta bailarines y músicos de Queixumes, y así como Sancho Panza  los vio, dijo a Don Quijote:
   -La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ve allí, mi buen amo don Quijote, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados músicos y danzantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las ganas de tocar y de bailar, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

    -¿Qué músicos y bailarines? -dijo Don Quijote.

  -Aquéllos que allí ve -respondió su escudero- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

  -Mire  vuestra  merced  -respondió  D. Quijote-  que  aquéllos  que  allí  se  parecen  no  son bailarines ni músicos, sino gigantes, y lo  que en  ellos  parecen  brazos  son  las  aspas,  que,  volteadas  del viento, hacen andar la piedra del molino.

  -Bien parece -respondió Sancho- que no está cursado en esto del baile regional: ellos son músicos y bailarines y si tiene miedo, quítese de ahí, y pongase  en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

  Y  diciendo  esto,  dio un arreo  a  su  burro Rucio,  sin  atender  a  las  voces  que  su amo D. Quijote  le  daba,  advirtiéndole  que,  sin  duda  alguna,  eran  gigantes,  y  no músicos y danzantes , aquéllos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran bailarines, que ni oía las voces de su amo D. Quijote , ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:

-Non fuyades, cobardes y viles criaturas; que un solo escudero es el que os acomete.

Levantóse en esto un poco de viento, y los Músicos se pusieron a tocar y sonaron bombos y tambores, panderetas y acordeones y las gaitas  y los brazos en alto comenzaron a moverse, lo cual visto por Sancho, dijo:

-Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.


Y diciendo esto,  encomendándose de todo corazón a la señora de Panza, pidiéndole que en aquel tal trance le socorriese, bien cubierto de su boina, con la vara  en el ristre, arremetió a todo el galope  de  Rucio  y  embistió  con  el  primer músico   que  estaba  delante;  y  dándole  un varazo   en  el ronco de la gaita,  lo  volvió  el  viento  con  tanta  furia,  que  hizo  la  vara   pedazos,  llevándose tras  al asno  al que lo montaba, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió don Quijote  a socorrerle, a todo el correr de su  caballo Rocinante, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rucio.

  -¡Válgame  Dios!  -dijo  don Quijote-.  ¿No  te dije mi fiel escudero  que  mirases  bien  lo  que  hacías, que  no  eran   musicos y bailarines de Queixumes dos Pinos sino gigantes, que bien se ve que como ellos se mueven   y tocan y cantan y bailan... solo gigantes pueden hacerlo?   
  
   -Calle, mi  amo don Quijote -respondió Sancho -; que las cosas del baile y de la música , más que otras, están
sujetas  a  continua  mudanza;  cuanto  más,  que  yo  pienso,  y  es  así  verdad,  que  aquel  sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos músicos  y balarines de Queixumes dos Pinos en  fabulosos gigantes por quitarme la  gloria  de  su  vencimiento:  tal  es  la  enemistad  que  me  tiene;  mas  al  cabo,  han  de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi vara.

   -Dios lo haga como puede -respondió D. Quijote.

   Marcharon, y tras ellos quedaron  gigantes  bailando y tocando el en el interior del Pazo en tres círculos gigantes con gigantes  en el centro de cada uno y como gigantes que eran un gigantesto aplauso de los cientos de espectadores que en una tarde gigante vieron ganar a los gigantes del Club Ourense Baloncesto y bailar y tocar a los no menos gigantes músicos y bailarines de Queixumes dos Pinos.



 (Espero que Cervantes, allá donde esté, sepa perdonar este  mi atrevimiento de manipular interesadamente el tan famoso capítulo de los Molinos de Viento)

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