Erase una vez una ciudad en la que vivía Angel. Era una ciudad en la que todos los años, cuando la primavera está en su apogeo, se celebraba una fiesta única en la que lo más característico era unas figuras de musgo y plantas que reflejaban escenas del lugar, todos esperaban su llegada.
La fiesta coincidía con la celebración de un festival popular donde muchachos y muchachas procedentes de los más lejanos países y más alejadas regiones mostraban sus tradiciones, sus bailes, su cultura. Eran embajadores de su país, como lo eran los de esta ciudad cuando les tocaba a ellos representarla y convertirse en emisarios de sus raíces, tradiciones y costumbres por medio de la música y de la danza.
Angel estaba ilusionado con el festival, en el último, él y sus compañeros fueron los que más aplausos recibieron: una ovación atronadora que dejo emocionado a más de uno. Siempre que pasaba por el parque se acordaba de aquel de aquella tarde.
-Fuimos los mejores…nos lo dijo el profe.
Pudo ser cierto. Pero a Angel, el niño grande de quince años de cuerpo y cinco de mentalidad, no se le olvidó nunca el beso que una niña de ojos claros y sin luz en su mirada le dio cuando bajó del escenario.
-Lucía vendrá este año y la llevaremos a las fuentes de agua caliente, y le contaré como es el río desde el barco. Y nos haremos fotos en el jardín de la fuente principal.
Angel no sabía que ya estaba en medio mundo gracias a las muchas fotos que se hizo el año anterior en desfile de los farolillos, en el desfile con traje regional por el centro de la ciudad, en la catedral cuando las ofrendas, en su escalinata, en tantas y tantas que podíamos asegurar que la ciudad de Angel ya sabían como era en un montón de paises.
-Y este año lo vamos a hacer mejor que el año pasado. Y cuando venga a vernos el que manda en la ciudad se va a quedar … sin saber que decir.
El parque donde se bailaba estaba lleno de gente. Las sillas todas ocupadas y mucha más de pie.
-…No vino el año pasado a vernos …como había tanta gente, seguro que le daba vergüenza. Pero este año ya verás… ya verás… cuando venga…
-Angel.
-Qué
-Este año no va poder ser.
-¿El qué?
-El festival.
-¿El qué?
-Este año no va a haber festival.
-…¿Por qué?
-No se puede hacer.
-¿Por qué?
-Este año no hay.
-¿Por qué?
-Porque no.
-¿Por qué?
-¿Por qué?...¿Por qué?... ¿Por qué?...Pues porque de alguna manera hay que crear una ilusión para luego desilusionarte, porque de alguna forma hay que decir que sí para decir luego no, porque es muy fácil crear expectativas y luego dejarte en la estacada, porque no cuesta mucho prometer sabiendo que no vas a dar nada, porque es difícil reconocer que hay otros mejores que tú, por falta de coraje, por envidia, por hipocresía, porque… por…¡por dios, por dios… por cuatro duros!.
-¿Y no vendrá Lucía?
-Este año no, Angel.
Angel, el niño de la mente de cinco años, se puso a llorar. Sus sueños murieron en un instante y con los de Angel los de José Antonio, los de Xende, los de Marta. Y los de Mari y los de Clara y María José, los de Laura, los de Andrea. Los de Ana, los de Alba y Carla, los de Rubén y Víctor y Felipe y Mateo. Los sueños de Manuel y Cristian y Ainhoa y Heber y José y Felipe. Los de Igor, Mauro, Paula, Nuria, Iván. Y los de Uxía y los de Brixit y los de Pedro. Los de Daniel, Bieito, Lucía, Sara, Iria, Nerea, Lúa, Celia, Luís, Almudena. Los de Eva y los de Blanca y los de Tamara...
-Este año no vamos a presumir de ciudad.