
Una
noche de verano nos pusimos en la carretera
y comenzó la aventura y aunque el
comienzo no fue muy bueno (me dejé la maleta en casa), mi primer viaje con
Queixumes me enseñó muchas cosas de los
chavales, de la gente que nos
acompañaba y en especial de los chóferes.
Viene a
cuento esto porque el día de la inauguración del curso 2015/2016 en Queixumes,
aparte de estar allí las autoridades pertinentes (me falló una que parece que no quiere ser perfecto, y esto lo explicaré
cuando vaya como institución) estaban los alumnos, los papás, los abuelos, los amigos y… Alfredo.


Llevábamos
unos días preparando la sorpresa y el gancho para traer a don
Belarmino a la inauguración era Alfredo. Lo que no sabía Alfredo era que a él
también le íbamos a dar las gracias por tantos y tantos kilómetros hechos juntos y ser nuestro ángel de la
guarda en la carretera.
Alfredo, Alfredo!!! Gritaron los chavales cuando salió al escenario. Como las buenas
personas que saben agradecer, su sonrisa delataba su emoción. Y al igual que
cuando cargamos el autobús está rodeado de maletas y equipaje diverso, todos los alumnos que allí estaban lo
rodearon con su amistad y camaradería.
Todos
los presentes aplaudieron fuertemente a dos magníficos colaboradores
de Queixumes.
Alfredo,
cuántas marchas tiene el autobús? Le pregunté un día.
Marchas
solo dos, hacía adelante y marcha atrás; velocidades los hay que tienen hasta
dieciséis.
Así es
nuestro chófer, nuestro compañero, nuestro
fotógrafo, nuestro taxista…nuestro amigo.
Gracias
a todos los conductores de Alfer que a
lo largo de todos estos años nos habéis
llevado por lugares tan distintos y tan lejanos.
Gracias a don Belarmino por la ayuda tan
desinteresada que nos sigue prestando
todavía.