Es posible que “la Carolina” fuese la Celestina que unió sus vidas en una
verbena de verano cuando se celebran las fiestas, quizá cantasen juntos alguna cantiga al son
del ruido de “sacho” o mugidos de vacas, a lo mejor en algún “fiadeiro” se
cruzaron sus miradas esquivando los radios de las ruecas mientras cantaban, tal
vez “na seitura” fue cuando más cerca el uno del otro estuvieron
y no necesitaron de la música: sus
corazones les entregaban la más deseada.
El
botón de la chaqueta no quiere ponerse en
el ojal y se rebela contra
dedos deformados y temblorosos
que apenas los pueden asir, se les ha olvidado obedecer, han perdido la soltura de cuando a sus hijos
atendían o de cuando trabajaban o de
cuando acariciaban.
Unos
cuantos han podido rememorar aquellos
años y se han puesto a bailar ayudados y animados por las cuidadoras con el acompañamiento de risas y palmas de los que
su movilidad no les acompaña. Hemos montado la verbena en la sala de la
televisión y le hemos ganado hemos conseguido apartar sus ojos de ella para que los fijasen
en los músicos y en las “cantareiras” y en los que han participado del baile en
el escenario improvisado en el centro del salón de lo que ahora es su casa.
Pelea
encarnizada de dedos y botones y el “pano branco” que la anciana mano ha
sacado del bolsillo, lo ha pasado por los ojos como queriendo borrar algo o limpiarlos de
emociones y ausencias y deslizándose por entre los dedos no ha podido volver a su
sitio, no ha encontrado el camino. El ojal vacío y las manos llenas de un “pano branco” lleno de vacíos.
Las
“cantareiras” les han regalado unas
canciones que seguro las tienen en el
jardín de sus recuerdos y entre palmadas
y sonrisas se podía leer en sus labios las letras que tantas veces habrán
cantado al ritmo “do mallo batendo no chan da eira chea de pan”. Una enorme satisfacción ver
esas caras reír furtivamente intentando
esconderse en la timidez y el recato con estrofas como está:
Ai
Maruxiña non é nada malo
Darlle
un biquiño a un namorado
A
un namorado, a un namorado
Ai
Maruxiña non é nada malo.
Han
dejado los dedos de luchar contra el “pano branco” y la “muiñeira” ha inundado
la sala de sensaciones vividas que se han agolpado en su memoria de repente y
su mirada perdida desafiando al infinito
se ha transformado en una sonrisa llena de luz que ha iluminado su rostro repleto de huellas del paso del tiempo.
Los
dedos del gaitero sacando melodías de la gaita mientras otros luchan contra un ojal, las manos de las “pandereteiras”
tocando la pandereta mientras otras
no encuentran qué hacer con un “pano
branco”, mas la música y las canciones han sabido irradiar alegría y regocijo,
aunque solo fuera por unos momentos, en semblantes de miradas perdidas en el tiempo, en caras de
mares de arrugas estigmas de batallas perdidas y ganadas a lo largo de la vida.
Labios trémulos balbuceando canciones de edades primaverales, manos huesudas,
distorsionadas por el dolor, desfiguradas por el trabajo, temblorosas porque el
frio se está acercando.
El
botón ya estaba en su ojal y el “pano branco” en el bolsillo. La mente dejó
libre el deseo del agradecimiento:
Gracias señoritas, hasta mañana. Nos dijo.
Gracias
a usted, señora, seguro que no hemos hecho ni una parte de lo que usted ha vivido.
Hoy,
sábado, como muchos sábados en este año, componentes de Queixumes dos Pinos han
intentado hacer un poco más felices a nuestros mayores de residencias y geriátricos. Ojalá hayan
disfrutado tanto unos como otros.